Soy una mujer de 45 años, casada, con 2 hijos adolescentes y soy una persona auténticamente feliz. Vivo mi día a día con una cálida y permanente sensación de alegría y paz. Me gusta mi vida y me siento profundamente agradecida por todo lo que tengo. Siento que la vida me ama.
Pero no siempre fue así. Hace 4 años yo percibía mi vida con el sentimiento de insatisfacción crónica, aburrimiento, desesperación, tristeza y angustia. No quería estar en este mundo porque para mí carecía de sentido. Mi propia existencia carecía de sentido.
En mi desesperación llegue a un grupo de Al-Anon – son grupos de apoyo mutuo para las personas que tienen algún familiar o persona cercana que padece de alcoholismo. Llegué allí porque alguien me comentó que a estos grupos puede asistir cualquier persona que se siente afectada por la manera de beber de alguien cercano, y que son grupos para crecimiento personal y espiritual pero no son religiosos. Yo cabalmente vivía con un esposo así, con una manera problemática de beber. Solo que yo no sabía que eso me estaba enfermando.
Desde mi primera reunión en Al-Anon yo percibí la alegría en el ambiente y eso era lo que yo necesitaba – ¡la alegría de vivir! A pesar de las situaciones familiares muy complicadas, los miembros de este grupo parecían encararlas con serenidad, valor, sabiduría y incluso humor. No se quejaban ni se hacían las víctimas, sino compartían su experiencia, fortaleza y esperanza en un ambiente de respeto y cariño.
Me sentí atraída y traté de practicar lo que estas personas llamaban «el programa de Al-Anon». Los días se volvieron semanas, meses y después años. Mi bienestar crecía, me convertí en una persona alegre y auténticamente feliz.
Aún sigo asistiendo a mis reuniones y practicando el programa de Al-Anon en mi diario vivir. Porque me funciona. ¡Me funciona para ser feliz!